viernes, 11 de julio de 2014

El Dos de Mayo. De la Historia Moderna a la Contemporánea.



      


        Corría el año 1808 y más en concreto un dos de Mayo cuando por Madrid paseaba un insigne pintor. España, esa España atrasada en tanto en cuanto seguía los designios de una monarquía y de un no menos férreo catolicismo iba a ser escenario de un tumultuoso acto. Para mí el más importante de la Historia de España. Una fecha para recordar y un punto de inflexión en nuestra Historia Contemporánea. Porque sí amigos, es ese día, a esa hora y en ese escenario cuando España abandona la Historia Moderna y se adentra en la Contemporánea y como testigo de excepción el pintor antes imaginado como no podía ser otro: Francisco de Goya y Lucientes. Todo se queda impregnado en su retina y en su cerebro. Todo lo ve y todo lo recuerda para plasmar en uno de sus lienzos ese nefasto día. Su obra: "El Dos de Mayo" o "La carga de los Mamelucos". Ese cuadro el cual obedece a dos denominaciones tendría una segunda parte correspondiente al día siguiente: "Los fusilamientos del 3 de Mayo". Acompañadme pues en un viaje en el tiempo nos vamos a la era napoleónica, a todo lo acontecido en aquellos aciagos días en Madrid y que no sería sino en parte el fin de Napoleón Bonaparte y de ese sueño imperial que tantas glorias dio a Francia. Vamos pues con el Dos de Mayo francés.

         Y es que Napoléon se las prometía muy felices. Enemigo íntimo de Inglaterra había convencido al ineficaz Carlos IV y a Manuel Godoy, a la sazón valido del anterior rey de que le permitieran cruzar España para acabar en Portugal y cerrar los puertos portugueses al tráfico y comercio marítimo con Inglaterra. Su intención, ni más ni menos era asfixiar, asediar, dejar morir de hambre a las islas para así garantizarse de una forma u otra un éxito más en una de sus campañas. Una campaña, que al fin y a la postre jamás conseguiría, la campaña de Inglaterra. Y es que España se encontraba en una temible encrucijada e indecisa había tomado partido por apoyar en escasa medida a Napoléon en el Tratado de Fontainebleau. Así, las cosas España estaba entre la espada y la pared y aliarse con Francia sería el pasaporte de facto para una guerra contra Inglaterra como ya se demostró en Trafalgar. Y aliarse con Inglaterra el visado para oponerse por completo al genial Bonaparte. Con estos mimbres y unido a unas castas gobernantes la mar de inoperantes España poco podía hacer sino contemplar el devenir de los acontecimientos. Carlos IV y Manuel Godoy dejaron como no, pasar a Napoleón sin pegar un solo tiro pero no sabían que Napoleón quería con este acto quedarse en España, deponer a los borbones, hacerse con el país y poner como nuevo Rey, a su hermano José "El plazuelas" o "Pepe Botella". Lo de plazuelas....... como que sí. Hizo muchas plazas. Pero lo de "Botella" como que no, era abstemio. Señalar que luego demostraría ser un magnífico rey y que en no poco modernizó España. No era ni mucho menos tan anticlerical como su hermano pero sí lo justo como para hacerse cargo de la situación religiosa en España y abolir la Santa Inquisición. Por Madrid circulaba una coplilla que rezaba: "Cada cual tiene su suerte, la tuya de borracho hasta la muerte".

        Pero con lo que no contaba Napoleón era con la fe, el impulso, la valentía y gallardía del pueblo madrileño. Con estos mimbres destacar que Manuel Godoy aconsejó muy en mucho a la Familia Real trasladarse a América y en estas estaban cuando de camino a Cádiz paran en Aranjuez. Un Motín, el Motín de Aranjuez y alentado por Fernando VII, hijo de Carlos IV, logra deponer a Carlos en favor de su hijo Fernando, un traidor que conspiraba a diario contra su padre. Así las cosas regresan a Madrid y Napoléon los cita en Bayona, donde acuden ambos en compañía de Manuel Godoy. Y es solo entonces cuando Bonaparte pone muy a las claras que el rey seguiría siendo Carlos IV (Napoléon prefería un tonto como Carlos IV a un traidor al mando de España) pero que por diversos avatares del destino el trono y a partir de ahora lo ocuparía su hermano José I. Era el 20 de Abril de 1808 y tenemos a un rey, un príncipe, una reina y un valido secuestrados en Bayona por Bonaparte.

        Nos situamos pues de esta guisa en el 2 de Mayo de 1808 a las 10 de la mañana. Cuando un par de carruajes de acercan al Palacio Real. Así las cosas un mayordomo llamado Rodrigo López de Ayala sale a un balcón de Palacio y exclama: "Vasallos, tomad las armas que se llevan al infante". Por Madrid ya se rumoreaba el secuestro de la Familia Real de Carlos IV pero lo que no se esperaban los madrileños era que también querían secuestrar al infante Francisco de Paula. Ese acto de bellaquería constataría definitivamente al pueblo madrileño de que Napoleón había venido para quedarse y poner a su hermano Jose I en el poder.

      Los madrileños empiezan a arremolinarse en la madrileña Plaza del Sol portando, hoces, guadañas, navajas cabriteras y es que se sentían traicionados, engañados, vilipendiados por Napoleón. Poco a poco la caballería egipcia Mameluca empieza a acotar la plaza en una especie de campo de concentración improvisado hasta que salta la chispa que pasaría a la posteridad en "La carga de los Mamelucos" o "El levantamiento del 2 de Mayo" de Goya. Había entrado la Edad Contemporánea en España. Fue un duelo improvisado. Joaquín Murat a la sazón comandante militar de Madrid y cuñado de Napoléon no daba crédito a lo que veían sus ojos. Un turba alocada derribaba a los mamelucos a golpe de navaja cabritera. El espectáculo fue dantesco. Tripas de caballos, de hombres, de madrileños, de egipcios esparcidas por los suelos envuelto todo en un reguero de sangre. Así las cosas la caballería mameluca se retiraría a las 2 de la tarde no sin antes haber hecho su trabajo a conciencia.

        Pero.... con lo que no contaba Murat era con dos valientes. Uno, Pedro Velarde. El otro, Luis Daoiz. Nos situamos a las 2 de la tarde en el Parque de Artillería de Monteleón. Y un capitán llamado Pedro Velarde se encuentra en el polvorín. su intención es abrirlo y dar munición a los madrileños para dar batalla a los franceses. Tras unos dimes y diretes convence a otro capitán Luis Daoiz y entre ambos se arriesgan saltándose la escala del mando y abren el Parque de Artillería. Así las cosas los madrileños, ya tienen armas. Ya están equipados y ya pueden hacer frente al invasor francés en las mismas condiciones. Señalar que las órdenes del Estado Mayor eran no hacer frente a Napoleón bajo ningún concepto. Por lo que los generales de la plaza jamás dieron su consentimiento para este acto. Pero gracias a Velarde y Daoiz se llevaría a cabo una resistencia brutal en aquel 2 de Mayo en Madrid. Fue la chispa que propició el levantamiento. Y sin ellos jamás España hubiese llevado a cabo la cadena de acontecimientos que a la postre voy a relatar.

       El resultado de la operación fue una carnicería. Más de 1200 madrileños fueron abatidos a balazos, bayonetazos, culatazos..... Durante más de 3 días los franceses pasarían por las armas a todo aquel que hubiese participado en la revuelta. A Joaquín Murat, al engreído Murat, ese que iba a misa vestido de militar y armado no se le humillaba tan facilmente. Y Goya plasmaría los ajusticiamientos en uno de sus lienzos "Los Fusilamientos del 3 de Mayo". Daoiz y Velarde murieron en el Levantamiento sin ver su obra culminada porque aún tenemos sitio para más héroes como es el caso de un simple cerrajero, Pedro Serrano.

        Pedro Serrano, de profesión cerrajero es nuestro Filípides español. Filípides, ese Griego que corrió durante 42 kilómetros en la Batalla de Marathon pero esta vez Pedro, lo haría a caballo. De Madrid a Móstoles, de Móstoles a Talavera y de Talavera a Cáceres. En Casas de Miravetes y tras haber recorrido 182 kilómetros  su caballo y él cayeron muertos literalmente de cansancio. Su misión llevar unos pasquines para que todos supieran lo que había ocurrido en Madrid. Los dos alcaldes de Móstoles se encargaron muy, muy bien de difundir la noticia y esta se propagó como la pólvora y en pocos días más de 40.000 españoles agrupados muchas veces en cuadrillas de gremios se habían echado al monte junto con 110.000 soldados. Así las cosas, el objetivo no iba a ser otro que el francés. Dar caza al francés. Ese francés que entraba en las iglesias y las profanaba, ese francés que con total impunidad metía mano y violaba a hijas, mujeres y novias, ese francés que comía gratis en las tabernas y tugurios de la época y ese francés que rapiñaba, iba a ser el objetivo no ya del pueblo madrileño sino del español.

        Sinceramente pienso que el español iba a por el francés como el que se va al bar a tomar una cerveza. Así de claro. Todo español capaz de empuñar una navaja, hoz o no os digo ya un fusil o pistola se cargaba a un francés si podía como el que mata a una mosca que molesta o un mosquito que pica. Se dieron casos de tipo costumbrista tales que unos albañiles subidos a un andamio los cuales, al pasar sin más ni más una comitiva de franchutes les arreaban bien de ladrillos, cemento y todo lo que fuese arrojable o arrojadizo.

        En el Dos de Mayo, todo valió aquel día. Se liberaron en Madrid a los presos los cuales rogaron al director de la cárcel tomar parte en la refriega. En el momento que hubiese acabado tal desbandada se comprometieron a volver a la cárcel como así hicieron. De la mansalva de presos que aquel día salieron uno murió, otro fue herido y un tercero tomó las de Villadiego, lo cual no es mal balance para analizar la psique de un pueblo el cual dio la cara por su rey y por su religión hasta en las cárceles. Y es que en España, este país indefectiblemente católico para bien y para mal los franceses no respetaban ni el "acogerse a sagrado", o lo que es lo mismo, una vez entrado un delincuente en una iglesia la autoridad competente no tenía potestad en iglesia o convento, sino que el abad de la orden era el que decidía al respecto muy por encima de la autoridad militar o policial. Los franceses, al contrario no respetaron ni una sola ley religiosa en el país entrando con impedimenta y armas en ristre en suelos sagrados que no eran suyos y así les fue. No es de extrañar pues que España sacase de quicio a Bonaparte tildándonos de fanáticos religiosos imposibles de gobernar ni con las armas.

        Las mujeres en no poco fueron las heroínas. Agustina, la Madre Rafols, Manuela Malasaña una niña de 15 años fusilada por llevar unas tijeritas de bordar y que dio nombre a un barrio de Madrid, el barrio de Malasaña. Distintos autores aseveran que le arreó un macetazo a un general francés y lo dejó largo ahí mismo. Y es que ellas fueron testigos mudas del buen hacer de sus esposos, padres y novios y muchas veces tomaron cartas en el asunto. Una mujer no mata, envenena. Para un hombre y más de entonces era un ser inofensivo, pero al fin y a la postre fue un enemigo potencial. Tanto en vanguardia como en retaguardia, con o sin discreción.

        Sirva pues este post como homenaje a aquel pueblo de Madrid el cual se jugó los cuartos contra un ejército el cual menospreció como siempre a su enemigo y al pueblo llano español y es que "Spain is different" en lo bueno y en lo malo. También sirva como homenaje a un paisano mío, sin duda alguna el más universal que dió Aragón, Francisco de Goya y Lucientes. Porque lo de Goya traspasa hitos en el sentido de que fue el reportero gráfico de la época. Una época en la que para nada existían máquinas de fotografiar. Y....... aunque me pese, al para mí mayor militar de la Historia más reciente, Napoleón Bonaparte. Napoleón, el gran militar, el gran estadista, el gran comandante. Magnífico, un genio. Bonaparte estará en la otra vida discutiendo tácticas militares junto con Ramsés II, Darío El Grande, Aníbal, Julio César, Escipión "El Africano", Rommel, Alejandro, Pirro...... y si no, en el infierno.







       P.D.: Especialmente dedicado a mis amigos de Madrid. Alejandro Méndez y Silvia Méndez que......... aunque ambos se apellidan igual, el destino les hizo conocerse y casarse sin ser primos, ni hermanos, ni tíos, ni sobrinos ni nada que se les parezca. Uno madrileño, otra asturiana. Y... por supuesto a sus dos hijos, también madrileños Pablo Méndez Méndez y Carla Méndez Méndez. Y es que el destino a veces juega buenas pasadas. Por Méndez que no sea. Mi mujer también se apellida Méndez.







      



      

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